Esta es una máxima usada por muchos maestros que lleva muy profundamente el mensaje de sabiduría que se oculta detrás de la paciencia.
En un mundo donde todo va a tanta velocidad, y donde pretendemos tener el control de todo, la ansiedad por hacer que las cosas sucedan y la falta de paciencia para contemplar los procesos orgánicos naturales, también nos puede llevar a cometer errores.
El don fundamental que hace verdaderos sabios, es la paciencia, y no entendida esta como la persona pausada que simplemente deja y espera que las cosas sucedan, o aquella que hace parálisis por reflexión.
Me refiero a la paciencia como ese don que va acompañado de un silencio mental y de la serenidad en el actuar, una combinación que facilita la claridad mental para permitir que las cosas sucedan cuando tienen que suceder, actuar en al momento que corresponde, con la certeza que los resultados se presentan en el momento adecuado.
La paciencia es una habilidad que se desarrolla y toma tiempo entrenarla.
Señales de haber desarrollado la paciencia:
- Ante la turbulencia no hay reactividad, las personas saben aquietar la mente en la confianza de que por larga que sea la tormenta, en algún momento pasará.
- Reconocen sus estados de ánimo y saben navegar con ellos, procesan sus emociones para no afectar a otros o no dejarse afectar en sus decisiones. Actúan desde la serenidad.
- Son constantes en el avance hacia la meta, y pueden modificar los ritmos de acuerdo al camino, sin perder el norte y disfrutando el camino.
- Hacen pausas periódicas en su vida para la reflexión, para revisar sus oportunidades de mejora y enfocar sus acciones cada vez más contundentes.