Conócete a ti mismo y conocerás al Universo.
Hermosa frase del oráculo de Delfos inscrita en el templo a Apolo. Se ha merecido la mención y elevación de su mensaje en la filosofía y en diferentes corrientes que tocan con el desarrollo de la consciencia humana.
La interpretación es tan sencilla como profunda y, en esencia, es una invitación a buscar las respuestas más anheladas en nuestro interior; es una invitación a comprender y a vivir más profundamente las experiencias internas.
En otras palabras, comprender mejor nuestro mundo interno facilita la comprensión del mundo que hemos creado a nuestro alrededor.
El alma del hombre es considerada un espejo de la divinidad, y en la permanente búsqueda de Dios este sería el camino para comprenderlo más desde nuestras certezas internas, que desde las explicaciones que logremos encontrar afuera. De otra manera podríamos interpretar que si no te conoces a ti mismo, que es los más cercano que tienes en el plano material, ¿cómo puedes pretender conocer a Dios?
Tu eres obra de Dios y conociendo su obra lo conocerás a él.
En varias ocasiones, Sócrates invitó a profundizar en el conocimiento propio antes de querer adentrarse en los misterios de los dioses, la filosofía y la mitología. Esto tiene un sentido grandioso, pues el propio desconocimiento no nos permitiría mirar con respeto y elevada consciencia las diferentes manifestaciones místicas y mitológicas que existen.
Esta es pues una invitación al autoconocimiento, a volver a nuestro silencio y a presenciar la divina experiencia de estar vivos, de estar en el aquí y en el ahora. Esta es la puerta de entrada para conocer el Universo entero.